Lee Romanos 8:26–39
Cuando anuncié mi retiro, lo que más quería saber la gente era qué haría con mi tiempo. “Me voy a sentar en la playa y a pensar en Dios”, les dije. Era una exageración, por supuesto. Vivo en un lugar donde en el invierno la playa es demasiado fría. Pero ¿alguna vez te has preguntado cómo se ocupa Jesús ahora que ha resucitado de entre los muertos?
Pablo revela que una de las cosas que hace Jesús es orar. Esto era algo que hacía incluso antes de Su resurrección. Pero ahora Jesús lo hace desde una posición de victoria completa. Su sacrificio por el pecado es completo. Ha resucitado y ha sido restaurado a Su lugar legítimo a la diestra del Padre (v. 34). El apóstol nos recuerda estas cosas para animarnos en el presente y tranquilizarnos acerca del futuro. Para quienes pertenecen a Cristo, Dios “dispone todas las coas para el bien” en toda circunstancia (v. 28). La muerte y resurrección de Cristo han garantizado la transformación completa del creyente a Su imagen (v. 29). Más aún, mientras Cristo ora por nosotros desde el cielo, el Espíritu Santo que mora en nosotros “intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras” (v. 26).
No es de extrañar que Pablo concluya que nada de lo que enfrentemos nos “apartará del amor de Cristo” (v. 35). Dado que toda la Trinidad está trabajando en nuestra salvación para hacernos “más que vencedores por medio de aquel que nos amó”, ¿por qué deberíamos tener dudas sobre lo que nos depara el futuro (v. 37)? El nivel de certeza que Pablo describe en estos versículos es absoluto. El resultado final depende de Dios, no de nuestra situación. La Ley de Dios que acusa fue el principal impedimento que se interpuso en nuestro camino. Ahora que Jesús murió y resucitó por nosotros, ya no hay ninguna acusación que se pueda presentar contra nosotros (v. 33).
- ¿Cómo usarías las afirmaciones que hace Pablo en estos versículos para tranquilizar a otro creyente que está preocupado por su salvación?
Ora con nosotros
¿Qué puede separarnos del amor de Cristo? Pablo da una respuesta definitiva en el pasaje de hoy: ¡Nada! ¡Qué maravillosa seguridad! Espíritu Santo, guíanos hacia una vida arraigada en el amor perdurable de Dios.
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