Lee Romanos 10:1–13
Cuando escuchamos la palabra “confesión”, automáticamente pensamos en una mala conducta o en una admisión de culpa. Confesar también puede significar declarar. Muchas iglesias se alinean con declaraciones que se conocen como confesiones de fe.
En los versículos 9 y 10, el apóstol Pablo articula la confesión central de la fe cristiana. Estos versículos expresan el “mensaje de fe” que Pablo predicó dondequiera que iba (v. 8). Este mensaje no contradice ni denuncia la Ley que Dios dio a Su pueblo del Antiguo Testamento. Más bien, es un evangelio que reconoce: “Cristo es la culminación de la Ley para que todo el que cree sea justificado” (v. 4).
El no reconocer esto, condujo a Israel a un celo equivocado por la Ley. Pablo observa: “No conociendo la justicia que proviene de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios” (v. 3). La “justicia de Dios” es una justicia que sólo puede llegarnos como un regalo. No puede ganarse por el esfuerzo humano, no importa cuán ambicioso sea (Romanos 5:17). Como explica un comentarista: “Fue en Jesucristo que el don de la justicia de Dios fue ofrecido, y la ignorancia de Israel acerca de la justicia de Dios fue idéntica a su incapacidad para reconocer a Jesucristo”.
Confesar la muerte y resurrección de Cristo es más que simplemente reconocer que estos eventos fueron hechos históricos. Es una declaración de dependencia del trabajo de Cristo como la base para nuestra posición justa ante Dios. Es lo opuesto a tratar de obtener la vida eterna por mis esfuerzos (v. 5). La fe es confiar en que lo que Jesús ha hecho por mí, me ha ganado esa justicia. Cristo abre la puerta de acceso a personas de todo tipo, tanto judíos como gentiles (vv. 12–13).
- ¿Qué significa “invocar el nombre del Señor”? De acuerdo a Pablo, ¿quién puede recibir la justicia como regalo de esta manera?
Ora con nosotros
Elevamos en oración al pueblo judío que celosamente intenta cumplir la Ley y, como Israel en la lectura de hoy, se niega a reconocer que “Cristo es la culminación de la Ley” (Romanos 10:4). Dios, ¡ábreles los ojos a Tu amor y gracia!
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